por Montero y Maidagán
Siempre pensamos que la gente de hace dos mil años era igual que nosotros. Sus pequeños o grandes problemas serían los mismos.
¿Somos más complicados nosotros? ¿Le damos más vueltas a la cabeza ahora? Posiblemente, las mismas. Neuróticos ha tenido que haber toda la vida. Se obsesionarían con temas diferentes: el honor, los dioses, el destino… Pero la forma de agobiarse sería parecida.
Lo que es nuevo, igual, es la autoconsciencia, el “yo, yo, yo”. Y ese fue el experimento: trasladar un neurótico autoconsciente del siglo XXI a la Roma de los dioses, el destino y el honor, tres temazos.
Solemos hacer comedia con el día a día, con los detalles de lo cotidiano, con los conflictos de la vida ordinaria, sacarle punta a eso. Y con los personajes. Construir personas y rascar de ahí. Que salga natural, que digan lo que quieran, procurar no llevarles en exceso. Al final, entenderles, que comprendas hasta al más antipático. Todos tienen sus razones y por eso procuramos tratarlos con cariño.
Quizá aquí funcione el contraste de situar de fondo algo tan reconocible como “el mundo romano” pero no prestarle demasiada atención y centrarse en el personaje que hay en primer plano.
Usamos el lenguaje más cotidiano. Para eso, para hacerlos más cercanos, entenderles mejor. Suponemos que no decían exactamente, “¡Joder, estoy baldado!”, pero dirían algo equivalente. Igual alguno decía, “exhausto me hallo”, pero sería la excepción.
Desde el principio, tuvimos claro que la serie debía tener un aspecto realista. Que eso favorecería la comedia al hacerlo todo creíble, natural. La fotografía, la cámara, el arte, el vestuario, la interpretación… Todo ha ido por ese camino. Y había que cuidar hasta el último detalle porque ahí es donde se iba a fijar la comedia, en el detalle.
“Hay gente que no se toma la comedia en serio”.
No hay parodia, no hay referencias a la actualidad, no hay facilidades en ese sentido. Si los personajes son cercanos es porque son humanos. Uno reconoce sus defectos nada más verlos, esa es una herramienta de la comedia.
El proceso no ha sido fácil. Más que nada porque nos hemos juntado con un equipo más autoexigente que nosotros. Los responsables de Arte, Vestuario, Fotografía, Maquillaje… han logrado dar un estilo a la Serie que todavía hoy nos admira. Nosotros, igual, nos hubiéramos conformado con menos, pero no nos han dejado. Eso que llaman “valor de producción” han sido ellos. (Cuanto más se cuidaban los detalles en ese sentido, la serie no sólo ganaba “brillo” sino que ganaba gracia).
Desde que se te ocurre una idea, una situación, un diálogo que te hace reír, hasta que llega al montaje final, pasa por muchos procesos, por muchas manos. Que llegue fresca, tal cual se concibió, hasta el final es lo difícil de la comedia. No todas sobreviven, algunas llegan tocadas y otras mueren en el camino. El índice de supervivencia de ese montón de detalles que construyen un guion es la clave para que funcione al final. El nuestro esperamos que haya sido alto. Hemos estado en buenos manos.
Cuando planteamos la serie, nos dimos cuenta de que en un campamento romano en Tracia solo iba a haber soldados, que necesitábamos un personaje femenino, uno por lo menos, luego salieron tres. Y no por quedar bien, sino por hacer la serie más interesante. Si no, iba a parecer una película de esas de Vietnam. Y ahí nació Valeria. Si teníamos un neurótico en la parte masculina, tampoco la podíamos hacer a ella muy normal. Y pensamos en crear el opuesto. Si Manio es alguien que, a pesar de tener todas las facilidades del mundo, es incapaz de hacer nada, Valeria, por el contrario, es alguien muy capaz, impedida por las circunstancias. Es una mujer en la Antigua Roma. Y eso la frustra, no puede desarrollar su ambición. Lo intenta de una manera muy romana: manipulando, conspirando y asesinando. Más que nada, porque no le queda otra. Pero no le llena, no se siente plena, ni realizada.
Ella es la otra mitad de la Serie.
JUSTO ANTES DE CRISTO es, en pocas palabras, la vida cotidiana de un “neuras” en la Roma Antigua.