NOTAS DE LOS DIRECTORES

Cobeaga y Montero

Borja Cobeaga

Borja Cobeaga en el rodaje de Justo antes de Cristo de Movistar+

Hacía bastante tiempo que no dirigía televisión y no suelo trabajar con guiones ajenos, pues casi siempre escribo lo que luego dirijo. Pero me animé a hacer JUSTO ANTES DE CRISTO por dos razones de peso. Por un lado, por amistad con Pepón Montero y Juan Maidagán, porque es difícil decir que no a dos tipos tan majos. Y por otro porque los guiones de la serie eran excepcionalmente buenos. Como director no quería tocar una coma y como guionista me identificaba muchísimo con el material. Incluso más que si lo hubiera escrito yo.

Porque hay mucho humor, pero también mucha aventura y mucho folletín. Es una serie complicada de dirigir, pues tiene un reparto muy coral y un tono muy concreto. Se trata de una comedia hecha en serio, pero donde lo que sucede o lo que dicen los personajes es muy loco. Agarrar ese tono que oscila entre lo creíble y lo demencial suponía el mayor desafío a la hora de trabajar con los actores y actrices, plantear los gags y tomar la medida al brillante torrente de diálogos que Montero y Maidagán son capaces de escribir. 

He disfrutado rodando las escenas de diálogo disparatado, pero también ha sido una gozada desentrañar intrigas palaciegas, montar persecuciones y filmar asesinatos. Esta serie tiene de todo, y cuando digo “de todo” quiero decir DE TODO.

Reparto de Justo antes de Cristo de Movistar+

PEPÓN MONTERO

Pepon Montero en el rodaje de Justo antes de Cristo de Movistar+

En la película “En busca del fuego”, tres neandertales viajan con una pequeña hoguera y tratan de mantener la llama viva a lo largo de una travesía llena de contratiempos. Creo que el proceso de hacer una comedia es un viaje parecido. Desde que se te ocurre una idea hasta que llega a la pantalla pasa tiempo y todo tipo de vicisitudes. Mantener viva la llama de aquella idea sin que se apague, sin que pierda la frescura original, que la reconozcas al final a pesar de haberla manoseado tanto durante el camino, es el objetivo. 
Afortunadamente, uno es inconsciente de esto durante el proceso. La inconsciencia es fundamental para hacer comedia. Apuestas, te lanzas sin red y confías en escuchar unas risas al final.

El concepto con el que arrancamos fue el “realismo”. La idea de que si vieras la serie sin sonido pudiera parecer un dramón romano. Confiamos en que esa verdad funcionara a favor de la comedia.
Queríamos que se sintiera la suciedad, el olor a cerrado, los cielos plomizos, el agobio de vivir en ese campamento… 
Todos los departamentos (Arte, Fotografía, Vestuario…) han ido en esa dirección. Ninguno ha querido hacer “risa” con lo suyo, que es la tentación típica.
Por resumir el trabajo enorme que ha realizado el equipo, cuando vi las imágenes del primer día de rodaje, pensé, no lo dije en alto, “¡qué pasada!” Y creo que nos pasó un poco a todos. No era una idea fácil de llevar a cabo.

Con los actores, ocurrió también lo mismo. Atacamos la interpretación desde la verdad. Siempre he creído que el absurdo hay que decirlo con toda la naturalidad del mundo. Es como sorprende. Y la comedia es sorpresa.
Aparte del reparto estable, la serie cuenta con un montón de personajes pequeños, fugaces. Hemos tenido mucho cuidado en la elección de estos episódicos y que, aunque aparecieran un minuto, tuvieran vida.

Y, por último, me gustaría comentar lo que supone hacer “una de romanos”.

Ha sido volver a ver este oficio como lo que es, un juego.
Un juego en el que te disfrazas y haces de otra persona.

 En este caso es tan evidente, que se notaba esa alegría infantil en todo el equipo. Los de Arte no trabajaban con sofás o mesas camilla, sino con triclinios, estandartes y espadas; Vestuario, con túnicas y corazas; los actores se vestían de romano y les cambiaba la cara…  Me di cuenta de esto en los primeros días y recuerdo que pensé, “así tendría que ser siempre”.  

NACHO VIGALONDO

Vigalondo, creador de Justo antes de Cristo de Originales Movistar+

“Todo rodaje te aísla del mundo, pero recuerdo éste en concreto como unas vacaciones en otro tiempo y otro lugar. El plató, el más alucinante en el que he rodado jamás, recreaba un exterior en un interior, con su propio cielo y su propia hora del día. Un exterior que, a su vez, contenía otros interiores, las tiendas donde se desarrollan todas las intrigas y traiciones. Recuerdo la sensación irreal de rodar una escena larga dentro del Estado Mayor, salir al campamento, un falso exterior que recrea un mediodía, pero luego salir al exterior-exterior de Madrid, donde ya es de noche. Todo unido al hecho de rodar comedia histórica, con unos personajes y situaciones que, además, a través de la primera temporada, ya habían cobrado una identidad propia. En otras ocasiones el director es alguien que mueve una gigantesca manivela de la que depende todo. Aquí me sentí la privilegiada pieza de un engranaje en otro planeta en el que un casting perfecto y unos diálogos de oro caían siempre de pie.”

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